lunes, 13 de diciembre de 2010

{oye}ndote


Con mis hombros blandos y tapizados en lentejuela
fijaba la mirada cóncava sobre tus tobillos de serpentina.
Nos encontrábamos sentados sobre la cima del trigal
perteneciente a tu ombligo.
Desde ese punto nuestro tacto intuía la vía láctea
y las carcajadas hacían ecos en las barcas de papel,
nos observaba un espasmo haciendo bosquejos
de un tiramisú amargo que alguna vez tragamos con la mirada.

Los cordones de tus grandes zapatos nos enredan
en medio de un baile, mientras el viento te golpea
y hace mis mejillas vibrar.
Pasaron las fracciones de segundos
y al estuche donde guardas tu humedal se le venció el cierre.

Pero ¿Qué esperas?, pregunto yo,
con esa voz minuciosa y viscosa de la que tanto reclamas,
mientras mantengo el máximo enfoque sobre tus pecas,
es que a veces no lo comprendo, no nos comprendo,
que hacemos aquí sin trepar por huracanes,
tus palabras van formando binoculares
y la inmensidad del espacio la guardo en tus manos,
decide tu si nos tomamos un té
con sabor a casco de astronauta
o el leve y suspicaz té con gusto a tus pijamas de cuadros.



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