En otoños dónde todo es falaz
y todo se vuelve pasajero no puedo
siquiera observar mi alrededor,
me inhibe tanto aquella inercia
de creer que todo es como una
coreografía ensayada y rutinaria
que lo básico me parece absurdo
y que las comidas desabridas
me provocan alergia.
Que satisfacción saber que
escribo pensando en nadie,
que por más vulnerable que
me parezca todo, de a poco
me va saliendo la voz.
A veces imagino un cancionero
con cada maña y lo puedo ver
todo patas pa' arriba, un sin fin
de confusas conclusiones
que cuestan tanto sacar para afuera,
esas que me recuerdan
tus largas y rayadas calcetas,
tus tecitos de media noche,
tus taradeos de canciones cada vez
que te daba por cocinar.
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